Observación
Participante:
La Disciplina de Liberación Espiritual
El re-conocimiento de nuestra esencia espiritual puede constituir el propósito originario de la existencia humana. El Gozo aparentemente perfecto, pero sin florecimiento del puro Ser es incompleto sin los frutos de la experiencia. El “descenso” desde la pura subjetividad hasta la manifestación objetiva provee los medios para consumar el gozo inconsciente en experiencias reconocibles y, por tanto, necesariamente conscientes.
El “pecado original” podría estar bien representado por el “descenso” del gozoso reino del Ser al doloroso reino de la ex-peri-encia (más allá del perí-metro de la pura esencia). De alguna manera, perdimos nuestra “libertad de ser” para estar “esclavizados” en las ruedas de la experiencia. Pero, ¿Porqué la experiencia necesita ser dolorosa y esclavizante?
Trataremos de demostrar que la respuesta a esta cuestión fundamental de la existencia humana está relacionada con dos interrogantes clave acerca de la cognición (a saber, epistemología): 1) ¿Cómo concebimos al mundo? y, 2) ¿Cuál es la estructura de pensamiento mediante la cual nos relacionamos con el mundo?.
Los Yoga Sutras de Patanjali (sutras: cabos, hilos), “la exposición sistemática de percepciones filosóficas y psicología práctica que definen al yoga más antigua que se conoce“ (1), pueden arrojar alguna luz a medida que intentamos responder a estas cuestiones fundamentales. Por “yoga” entendemos “un sistema que une a la propia conciencia con una disciplina espiritualmente liberadora”. (1)
El deseo de la experiencia consciente parece ser el punto inicial y lógico para comprender el problema de la existencia humana. El deseo es la legítima urgencia de buscar manifestación objetiva, siempre y cuando no “olvidemos” quiénes somos y por qué estamos aquí. Sin embargo, el verdadero reconocimiento es en realidad, imposible sin haber olvidado en primer lugar nuestra verdadera identidad y propósito. Una vez que olvidamos, perdemos nuestro punto de referencia espiritual y estamos condenados a concebir desacertadamente la realidad tal como se presenta a nuestros sentidos. Estas concepciones falsas dan lugar a falsas identificaciones, la más significativa de las cuales es la ilusión de separatividad. Las falsas identificaciones nos conducirán inevitablemente al “valle de lágrimas” , como muchos llaman a la experiencia humana.
Por tanto, la respuesta a de qué manera concebimos el mundo podría ser que, hasta que reconocemos quienes somos y nuestro propósito en la vida, el deseo de experiencia confunde nuestro juicio produciendo concepciones falsas. Las concepciones falsas o erróneas nos llevan a identificaciones erróneas que nos atan al dolor y el aislamiento. Los Yoga Sutras de Patanjali, “un conjunto económico de declaraciones mnemotécnicas” (1) acerca de la disciplina espiritual de liberación, no solo ofrecen este diagnóstico del problema, sino que también proveen un concienzudo análisis de la “estructura de pensamiento” que perpetúa tal doloroso estado de cosas.
Visualicemos el número 8 como una máquina de dos ruedas; una rueda inferior girando en sentido de las agujas del reloj con una rueda superior girando en sentido contrario. La rueda inferior se compone de dos mitades: la inferior contiene recuerdos y la superior contiene impresiones mentales. Del mismo modo, la rueda superior se compone de dos mitades; la inferior contiene la representación mental de acciones y la superior las mismas acciones emergentes. Finalmente, el punto de encuentro o de unión entre estas dos ruedas es el proceso del pensamiento, o pensamiento, en un ciclo interminable de causalidad recíproca entre recuerdos y acciones.
Podríamos referirnos a esta representación gráfica del número “8”, tan significativo en la literatura hermética (23 = 8, Hermes Tri-megisto) como la “máquina de THOTH”. Se sugiere que esta máquina metafórica es simbólica de la “estructura de pensamiento” presentada en los Yoga Sutras de Patanjali.
Todos estamos familiarizados con la expresión: “Pienso, luego existo”. Sugerimos que esta proposición es de imposible verificación a excepción de aquellos iniciados en la Ciencia del Raja Yoga. En realidad, para la conciencia ordinaria, la proposición de Descartes se convierte en “Pensé, luego existí”. Para la conciencia ordinaria, es la memoria o la recolección sintética de recuerdos que valida la identidad del “yo”. Quizás podemos recordar quiénes fuimos hace un instante, pero no sabemos realmente quiénes somos ahora mismo.
La auto-conciencia ordinaria es una sucesión de retazos de memoria (a saber, fragmentos de experiencia) presentada tan velozmente a nuestra conciencia como para darnos la ilusión de continuidad como en una película. La mente común utiliza la máquina de THOTH para generar las impresiones mentales y los recuerdos que eventualmente emergerán como acciones en el mundo objetivo. El mismo “hábito de pensar no sólo genera, sino que también preserva recuerdos” (1). Como en fragmentos de una película, cuanto más velozmente hagamos funcionar la máquina, mejor será la ilusión de continuidad. Treinta fragmentos por segundo, es todo lo que se requiere para que los fragmentos de una película sean percibidos como continuos por el cerebro común. Constantemente reconstruimos quienes pensamos que somos.
Pero, ¿Qué ocurre si decidimos reducir la velocidad de la máquina de THOTH hasta que no sólo podamos reconocer los fragmentos de memoria por lo que son, sino que seamos en realidad capaces de paralizar la máquina de THOTH? ¿Qué ocurre si logramos la “cesación de las modificaciones de pensamiento”? Esta es precisamente la “disciplina de la liberación" sugerida por los Sutras. Podemos, de este modo, convertirnos en verdaderos Observadores participantes, completamente integrados en la matriz del Ser que subyace a la realidad, pero aislados de las manifestaciones efímeras que nos encadenan. Patanjali se refiere a este estado hiperconsciente de pura contemplación como “unidad aislada”. (2)
Arribamos a esta unidad aislada mediante la reversión del proceso de falsa identificación iniciado por el deseo. Patanjali propone que un modo de romper el doloroso yugo del deseo es usar el pensamiento para experimentar y rebasar la limitación del mismo pensamiento. Comenzamos a alcanzar esto mediante la práctica del discernimiento.
El discernimiento puede ser definido como la habilidad para escoger correctamente entre alternativas posibles de acción. La práctica del método científico moderno provee amplia oportunidad de dedicarse a esa prolongada concentración mental (meditación con simiente) necesaria para desarrollar el hábito de discernir. Y uno de los más grandes descubrimientos científicos proveniente del campo de la Física cuántica es el aparente efecto del observador (participante) en el mismo proceso de observación. (Principio de Incertidumbre de Heissenberg).
Inicialmente practicamos el discernimiento auto-defensivo tal como hace el sistema inmunológico: mediante la discriminación entre el yo y el no-yo, y el mantenimiento de esa información como memoria celular, llamada inmunidad, a ser probada por futuros eventos. Así, después de mucho dolor, aprendemos a discernir entre móviles buenos y malos detrás de todas las acciones. Pero eventualmente, practicamos el supremo discernimiento: aquel entre el Observador y lo observado en el mismo proceso de cognición. Así, este es el supremo re-conocimiento a lograr.
La práctica del discernimiento se ve mejorada al tornarnos eficientes en las prácticas espirituales complementarias de desapasionamiento y desapego. Las tres “D” que nos inician en la óctuple disciplina de liberación espiritual son: Discernimiento (intelectual), desapasionamiento (emocional) y desapego (físico). Estas son las tres imágenes invertidas de los “apegos pasionales” que engendra la ignorancia (a saber, olvidando quienes somos en realidad).
Los apegos pasionales a recuerdos dirigen nuestros pensamientos y acciones. Esta es para nosotros una comprensión crucial a fin de entender nuestra difícil situación, y para apreciar nuestra necesidad de una disciplina espiritualmente liberadora. Esta óctuple disciplina de liberación espiritual, consta de:
1) Cinco mandamientos (inofensividad, veracidad, humildad, continencia y pobreza), relacionados con el Segundo Rayo y la Ley Grupal de Impulso Magnético (Tratado sobre Siete Rayos III)
2) Cinco Reglas (purificación, serenidad, aspiración ardiente, comprensión espiritual y devoción consagrada al Alma), relacionadas con el Cuarto rayo y la Ley Grupal de Sacrificio.
3) Correcta Actitud, relacionada con el Sexto Rayo y la Ley Grupal de Servicio.
4) Correcta Respiración Rítmica, relacionada con el Séptimo Rayo y la Ley de Progreso Grupal.
5) Abstracción, o el abandono y subyugación de los sentidos, relacionado con el Primer Rayo y la Ley Grupal de Repulsión.
6) Concentración, fijando la mente en un objeto particular, relacionada con el Tercer Rayo y la Ley Grupal de Respuesta Expansiva.
7) Meditación, o concentración prolongada, relacionada con el Quinto Rayo y la Ley Grupal de los Cuatro Inferiores.
8) Contemplación (con o sin simiente), la piedra de toque de la disciplina piramidal de la liberación espiritual. El Hijo Pródigo liberado, enriquecido por la Madre de la experiencia, retorna al Padre y dice: “Ha sido completado”, porque el propósito de la experiencia ha sido consumado.Entonces, y sólo entonces, puede el Observador afirmar el hecho: Contemplo (pasado, presente y futuro), luego ¡SOY! El Hijo Pródigo, de este modo, ha abandonado todos sus apegos. Ha realmente per-donado porque ha sido capaz de reconocer Su divinidad esencial en todo. Ha per-donado la experiencia del dolor, y la ha transmutado en gozo consciente, al obtener su libertad.
Por lo tanto, la vida humana ignorantemente experimentada es necesariamente dolorosa y un verdadero “valle de lágrimas”. Sin embargo, hay un modo de cosechar discriminativamente los frutos de la experiencia con desapasionamiento y desapego. Este es el Camino del Observador Omnisciente Quien, como el ojo todo avizor, en “unidad aislada”, reconoce Su verdadera Identidad en la cima de la realización humana.
En la enseñanza del Buda, con su énfasis en las tres “D” del Camino de Liberación, tenemos el método preparatorio para las tres “I” que el Cristo revela: individualismo, iniciación e identificación. “Esa gran Individualidad, el Cristo, a través del proceso de las cinco grandes Iniciaciones, nos ofreció una representación de los estadíos y métodos mediante los cuales la identificación con Dios puede ser llevada a cabo”. (AAB-De Belén al Calvario”)
El Camino de Cristo está bien representado en su propia historia: 1) Nacimiento, 2) Bautismo, 3) Transfiguración, 4) Crucificción y 5 Resurrección/ Ascensión. El camino de la Liberación nos prepara para estos eventos que conquistan a la muerte en nuestra vida. Cristo nos aseguró que esta es una meta a nuestro alcance porque “De cierto, de cierto os digo: El que en Mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores hará, porque Yo voy al Padre”. (San Juan 14, 12).
Tal representación dramática de reconocimientos espirituales fue la tarea de Cristo hace 2000 años. El Cristianismo que hemos conocido durante esta pasada “Era de los Peces”, con el llamado a convertirnos en “pescadores de hombres” es, sin embargo, una religión puente. “El Cristianismo es la religión de ese período de transición que une la era de la existencia individualista auto-consciente con un mundo unificado con conciencia grupal”. Así la libertad (individual) será entendida como servicio (grupal).
EL futuro es ahora, y para resumir Su tarea en la “Era del Aguador”, el Cristo –el Señor Maitreya—reaparecerá, protegido e inspirado por Su Hermano –el Señor Buda. “He aquí, al entrar en la ciudad os saldrá al encuentro un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidle hasta la casa donde entrare”. (San Lucas 22, 10) . ¡Que nos encontremos en la alegría del Servicio!.
-JB
Bibiografía:
1. Barbara S. Miller: YOGA; Disciplina de Libertad, Editorial Universidad de California,1996.
2. Alice A. Bailey. La Luz del Alma. Ediciones Lucis, 1974.
3. Alice A. Bailey. Espejismo: Un Problema Mundial. Ediciones Lucis, 1978.
JB1998 (inglés); traducción LG2001
Anexo
La Evolución
Alquímica de la Conciencia:
Arquetipos Zodiacales.
I. Cruz Hermética
(Buda):
[1] Sagitario, [2] Piscis, [3] Geminis, [4] Virgo.
El Observador (1) aspirante, silencioso y enfocado obtiene el derecho de reconocer la dualidad (3) mediante la redención (2) de su propia sustancia. La dualidad es salvada de manera radiante por la Madre (4) señalando el sendero de retorno, hasta estar preparado.
II. Cruz Fija (Cristo):
[1] Escorpio, [2] Acuario, [3] Tauro, [4] Leo.
Morir como un Guerrero (1) y tornarse radiactivamente comprometido en servicio (2) a fin de ver (3) lo Real y llegar a ser la propia verdadera identidad (4). Una vez que llegamos a esta suprema revelación (por ejemplo, auto-conocimiento) alcanzamos...
III. Cruz Cardinal (Hierofante):
[1] Libra [2] Capricornio. [3] Aries [4] Cancer
Actitud correcta (1) entre los pares de opuestos. Entonces, el Hijo Pródigo decide volver su espalda a la Luz Suprema (2) y, rigiendo desde el plano de la Mente (3), construye una casa iluminada en la Tierra (4).
En la Cruz Cardinal el Padre y la Madre se reconocen y un Hijo inmortal es concebido inmaculadamente “desde lo alto”, llamado por los Gnósticos el “Cuerpo de la Resurrección”. El cuerpo de la Resurrección solar, inmortal es el Magnus Opus alquímico del Sendero de Regeneración representado por Horus en la mitología egipcia de Osiris-Isis.