Borikén

¡Borinquen!, nombre al pensamiento grato,
como el recuerdo de un amor profundo,
bello jardín, de América el ornato,
siendo el jardín América del mundo.
--José Gautier Benítez.

Foto cortesía de:

Oubao Moin
por Juan Antonio Corretjer

El río de Corozal, el de la leyenda dorada.
La corriente arrastra oro. La corriente está ensangrentada.
El río Manatuabón tiene la leyenda dorada.
La corriente arrastra oro. La corriente está ensangrentada.
El río Cibuco escribe su nombre en letra dorada.
La corriente arrastra oro. La corriente está ensangrentada.
Allí se inventó un criadero. Allí el quinto se pagaba.
La tierra era de oro. La tierra está ensangrentada.
En donde hundió la arboleda su raíz en tierra dorada
allí las ramas chorrean sangre. La arboleda está ensangrentada.
Donde dobló la frente india, bien sea tierra, bien sea agua,
bajo el peso de la cadena, entre los hierros de la ergástula,
allí la tierra hiede a sangre y el agua está ensangrentada.
Donde el negro quebró sus hombros, bien sea tierra o bien sea agua,
y su cuerpo marcó el carimbo y abrió el látigo su espalda,
allí la tierra hiede a sangre y el agua está ensangrentada.
Donde el blanco pobre ha sufrido los horrores de la peonada,
bajo el machete del mayoral y la libreta de jornada
y el abuso del señorito, allí sea tierra o allí sea agua,
allí la tierra está maldita y corre el agua envenenada.


Gloria a esas manos aborígenes porque trabajaban.
Gloria a esas manos negras porque trabajaban.
Gloria a esas manos blancas porque trabajaban.
De entre esas manos indias, negras, blancas,
de entre esas manos nos salió la patria.
Gloria a las manos que la mina excavaran.
Gloria a las manos que el ganado cuidaran.
Gloria a las manos que el tabaco, que la caña y el café sembraran.
Gloria a las manos que los pastos clarearan.
Gloria a las manos que los ríos y los caños y los mares bogaran.
Gloria a las manos que los caminos trabajaran.
Gloria a las manos que las casas levantaran.
Gloria a las manos que las ruedas giraran.
Gloria a las manos que las carretas y los coches llevaran.
Gloria a las manos que mulas y caballos ensillaran y desensillaran.
Gloria a las manos que los hatos de cabras pastaran.
Gloria a las manos que cuidaron de las piaras.
Gloria a las manos que las gallinas, los pavos y los patos criaran.
Gloria a todas las manos de todos los hombres y mujeres que trabajaron.
Porque ellas la patria amasaran.
Y gloria a las manos, a todas la manos que hoy trabajan
porque ellas construyen y saldrá de ellas la nueva patria liberada.
¡La patria de todas las manos que trabajan!
Para ellas y para su patria, ¡Alabanza! , ¡Alabanza!

 

 

Río Grande de Loíza
por Julia De Burgos

¡Río Grande de Loíza!.. Alárgate en mi espíritu
y deja que mi alma se pierda en tus riachelos,
para buscar la fuente que te robó de niño
y en un ímpetu loco te devolvió al sendero.
Enróscate en mis labios y deja que te beba,
para sentirte mío por un breve momento,
y esconderte del mundo y en tí mismo esconderte,
y oír voces de asombro en la boca del viento.
Apéate un instante del lomo de la tierra,
y busca de mis ansias el íntimo secreto;
confúndete en el vuelo de mi ave fantasía,
y déjame una rosa de agua en mis ensueños.
¡Río Grande de Loíza!... Mi manantial, mi río,
desde que alzome al mundo el pétalo materno;
contigo se bajaron desde la rudas cuetas,
a buscar nuevos surcos, mis pálidos anhelos;
y mi niñez fue toda un poema en el río,
y un río en el poema de mis primeros sueños.
Llegó la adolescencia. Me sorprendió la vida,
prendida en lo más ancho de tu viajar eterno;
y fui tuya mil veces, y en un bello romance
me despertaste el alma y me besaste el cuerpo.
¿A dónde te llevaste las aguas que bañaron
mis formas, en espiga de sol recién abierto?
¡Quién sabe en que país mediterráneo
algun fauno en la playa me estará poseyendo!
¡Quien sabe en qué aguacero de qué tierra lejana
me estaré derramando para abrir nuevos surcos;
o si acaso, cansada de morder corazones,
me estaré congelando en cristales de hielo!
¡Río Grande de Loíza!... Azul. Moreno. Rojo.
Espejo azul, caído pedazo azul de cielo;
desnuda carne blanca que se vuelve negra
cada vez que la noche se te mete en el lecho;
roja franja de sangre, cuando bajo la lluvia
a torrentes su barro te vomitan los cerros.
Río hombre, pero hombre con pureza de río,
porque das tu azul alma cuando das tu azul beso.
Muy señor río mio. Río hombre. Unico hombre
que ha besado mi alma al besar en mi cuerpo.
¡Río grande de Loíza!... Río grande. Llanto grande.
El más grande de todos nuestros llantos isleños,
sino fuera más grande el que de mí se sale
por los ojos del alma para mi esclavo pueblo.

 

 

ÚLTIMO ACTO
por José De Diego

Colgádme al pecho, después que muera,
mi verde escudo en un relicario;
cubridme todo con el sudario,
con el sudario de tres colores de mi bandera.

Sentada y triste habrá una Quimera
sobre mi túmulo funerario...
será un espíritu solitario
en larga espera, en larga espera, en larga espera...

Llegará un día tumultuario
y la Quimera, en el silenciario
sepulcro erguida, lanzará un grito...

¡Buscaré entonces entre mis huesos mi relicario!
¡Me alzaré entonces con la bandera de mi sudario
a desplegarla sobre los mundos desde las cumbres del infinito!