La economía que viene en un mundo globalizado
Yunus: el gran problema es la pobreza

Por Germán Sopeña


Yunus, ayer, en Plaza San Martín, recién llegado de China

Foto: Gabriela Rojas


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Para Muhammad Yunus, responder sobre el origen de la pobreza parece casi un acto reflejo: "Todo se debe a la mezcla de erróneas instituciones, erróneas políticas y erróneos conceptos".

El economista de Bangla Desh tiene sobradas razones para contestar con rapidez y convicción. Hace 30 años que no sólo vive para combatir la extrema pobreza, sino que ha obtenido admirables resultados en su país y ha cosechado numerosos seguidores en otros países del mundo.

Ayer, recién llegado en un vuelo interminable desde Pekín hasta Londres y de allí, en conexión directa, a Buenos Aires, Yunus (58) tomó contacto por primera vez con un país de América latina. "Parece mentira, pero ni siquiera conocía México, pese a que estudié en Colorado, Estados Unidos", explica mientras inquiere sobre las condiciones de vida en la Argentina, el funcionamiento de la economía, el porcentaje de pobreza en nuestro país y la historia de la educación argentina inspirada en las ideas de Sarmiento.

Su visita puede servir para atraer la atención sobre lo que debería ser el problema número uno de la agenda política: la dignidad de la vida de cada ser humano. Invitado por la Fundación El Libro y por la Editorial Andrés Bello, que publicó su best seller mundial "Hacia el fin de la pobreza", Yunus expondrá pasado mañana en la Feria del Libro lo esencial de su teoría y sus iniciativas para combatir la miseria de los que no tienen medios ni oportunidades para mejorar.

Los microcréditos

En diálogo con La Nación, Yunus se explayó sobre la propuesta de su banco de microcréditos para los más pobres con una síntesis de razonamientos económicos, evidencias de sentido común y criterios generales que se basan sobre valores indiscutibles, para evitar estériles discusiones ideológicas.

-Si la pobreza es el reflejo de erróneas opciones, ¿qué explica, para usted, la subsistencia de esquemas erróneos en la mayoría de los países del mundo?

-Creo que hay dos aspectos centrales: en primer lugar, un estado mental que impide a muchos dirigentes advertir la gravedad del problema de la pobreza. Y, en segundo lugar, una falta de voluntad política para atacar verdaderamente el problema con soluciones reales.

-¿Cuáles son esas soluciones reales?

-Por empezar, darse cuenta de que en un mundo basado en el dinero, es un gran castigo para millones de personas de todo el mundo negarles el acceso al más mínimo crédito con la excusa de que por ser pobres no pueden devolver un préstamo. Si los políticos se dieran cuenta de que la primera solución real es abrir esa posibilidad a los más pobres ya podrían dar un buen paso adelante. Nosotros lo hemos hecho en Bangla Desh con el Grameen Bank (el banco que cuenta hoy con más de 1100 sucursales y más de 2,4 millones de tomadores de crédito) y hemos constatado que los más pobres son, precisamente, los que mejor cumplen. El 94% de los tomadores de crédito del Grameen Bank son mujeres y ellas no pierden la oportunidad que les puede servir para tener un techo propio y tener una vida digna para sus familias.

-¿Qué responde a quienes sostienen que su experiencia funciona bien en Bangla Desh, un país de condiciones extremas en cuanto a miseria y marginación, pero que no puede exportarse a otros lugares del mundo?

-Contesto lo siguiente: hay más similitudes que diferencias entre los pobres de cualquier lugar del mundo. Segundo: la pobreza, sea donde fuera, siempre es creada por las mismas circunstancias. Hace poco me invitaron a analizar un problema de pobreza en el país del cual menos hubiera esperado esa situación: Noruega. Sin embargo, en el extremo norte de ese país existe un problema de comunidades pobres y sin acceso al crédito para mejorar su situación.

-¿Cuál es esa actitud mental de la que usted habla como una explicación para la pobreza?

-Cuando digo eso pienso en lo siguiente: nadie cree realmente que la gente muy pobre pueda transformarse en un pequeño empresario de sí mismo. Países más avanzados ponen en marcha programas de ayuda, subsidios al desempleo, el Estado asistencial o de bienestar, y todo suele fracasar porque, en realidad, lo que hay que hacer es ayudar a los más pobres a crear sus propios empleos.

-¿Nadie lo entiende? ¿Tiene la sensación de ser un predicador en el desierto?

-No es para tanto. En los primeros años de mi iniciativa con el Grameen Bank, todo el mundo lo veía como una utopía, pero ya desde mediados de los años 80 comenzó a interesar a muchos teóricos, economistas y políticos.

-¿Quién fue el primero en advertir el interés de su teoría?

-Creo que Joseph Stiglitz, actual economista jefe del Banco Mundial y que, en 1985, era un investigador de la Universidad de Stanford, en los Estados Unidos. Luego hubo mucha otra gente que coincide conmigo en que la única forma de hacer andar efectivamente la economía es lograr que sean los millones de pobres de todo el mundo los que participen del proceso.

-¿Dónde ha obtenido más apoyo externo a sus ideas?

-Los que más me han ayudado han sido los católicos de Alemania. Gente de Berlín, de Hamburgo, del norte de Alemania en general, pero en conexión con el obispado católico de ese país.

-¿Tiene aún problemas con las jerarquías religiosas musulmanas en su país?

-Todavía hay gente a la que le molesta que el Grameen Bank le preste casi exclusivamente a mujeres, pero eso ha disminuido mucho. Por suerte, Bangla Desh siempre ha sido un país más tolerante que otros.

-¿Por qué cree algunos países se han desarrollado mucho mejor que otros? ¿Problemas religiosos, culturales, raciales?

-No creo en diferencias humanas. Aún hay pobres en todo el mundo. Pero es evidente que tienen ventaja los países con un Estado de Derecho y con una capacidad de gobierno más efectiva. A eso hay que agregarle un factor clave: lo esencial es una sólida educación para todos. Si la educación funciona como un verdadero melting pot se progresa; si funciona sólo como un proceso de creación de elites, sólo se consiguen nuevas elites y nuevas condiciones de pobreza para el futuro.

-¿Qué dicen de sus propuestas en la India, el gigante al lado de Bangla Desh?

-Muchas veces me criticaron, particularmente sectores políticos de izquierda, porque dicen que yo propongo la iniciativa privada individual, pero creo que ahora ha cambiado bastante la situación.

-¿Y en China?

-De allí vengo. Quieren poner en marcha la iniciativa, aunque aún no saben bien cómo encuadrarla, precisamente porque se trata de créditos para actividad privada. Pero yo les dije esto: aunque sea, prueben. Si el día de mañana quieren abrir definitivamente la economía a la actividad privada, por lo menos ya habrán comenzado la experiencia con los más pobres. Y hay muchos millones de personas de extrema pobreza en China.

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