El Discernimiento Espiritual:
Un Enfoque Matemático
El método científico es un proceso reiterativo de inducción y deducción. En la fase inductiva, las observaciones estructuradas nos guían hacia modelos teóricos de la realidad. En la fase deductiva, se usan tales modelos para predecir lo esperado. Las discrepancias entre lo esperado y lo observado se usan para refinar los modelos teóricos, guiando al investigador hacia predicciones y observaciones sucesivas.
El proceso científico de investigación también puede describirse en términos de la práctica de Observar, Reconocer y Revelar. Nos capacitamos en observar el devenir del presente en pasado, reconociendo así, patrones de sucesos en el tiempo. Tales patrones, creativamente descubiertos o discernidos, revelan relaciones entre los sucesos en el presente y el futuro.
Según lo experimenta normalmente la conciencia humana, el contexto fundamental de cualquier observación es dual. El mero acto de observar define la dualidad fundamental del yo (Observador) y el no-yo (observado). Esta dualidad también se expresa respecto al contenido empírico de la observación, pues la inferencia respecto a lo observado puede ser cierta o falsa.
Si asumimos que la Verdad, la Bondad y la Belleza son atributos absolutos de la Realidad, entonces el Observador está constantemente confrontado con la decisión de aceptar o rechazar la verdad, bondad o belleza respecto a las inferencias producidas por la práctica de la observación. Las cuatro posibles opciones se pueden representar así:
Verdad
Falsedad
Aceptar
correcto [Vc]
error [Fe]
Rechazar
error [Ve]
correcto [Fc]
Si un Observador siempre acepta la Verdad, es razonable concluir que tiene una sensibilidad perfecta para comprobar la Verdad. Si un Observador siempre rechaza la Falsedad, es igualmente razonable concluir que tiene una selectividad perfecta detectando la falsedad. Un Observador con sensibilidad y selectividad perfectas ha logrado el discernimiento espiritual perfecto: un acontecimiento de gran trascendencia en la evolución de la conciencia humana en la Tierra. Así se rebasa el plano intelectual de la mente y se enfoca la conciencia permanentemente en el plano intuitivo del corazón espiritual donde la dualidad se transforma en síntesis.
Mas, antes de llegar a esa perfección, el discernimiento espiritual imperfecto que caracteriza a la experiencia humana normal se puede definir matemáticamente como el cociente de dos proporciones.
Primero, la proporción relacionada con aceptar (correctamente) la Verdad.
[Vc/(Vc+Ve)]
Segundo, la proporción relacionada con aceptar (incorrectamente) la Falsedad.
[Fe/(Fe+Fc)]
Este cociente se puede denominar como el Cociente Discernidor (CD) del Observador al hacer inferencias partiendo de sus observaciones.
CD = [Vc/(Vc+Ve)] / [Fe/(Fe+Fc)]
CD = Sensibilidad / [1 - Selectividad]Hay observaciones de tal naturaleza que nos permiten discernir fácilmente la Verdad o Falsedad relacionadas a sus inferencias. Tales observaciones se relacionan con un CD de bastante alta magnitud. Sin embargo, en la mayoría de las situaciones, el discernimiento se nos hace difícil porque no siempre es tan clara la diferencia. Cuando Vc=Ve y Fe=Fc, entonces el CD=1 y por lo tanto no existe discernimiento alguno en el Observador. Mientras mayor sea la diferencia entre Vc y Ve (Vc>>Ve), así como entre Fe y Fc (Fc>>Fe), mejor será el discernimiento y mayor el CD.
Cada vez que un Observador acierta o se equivoca al discernir, y lo reconoce, va calibrando su instrumento de observación; esto es, su sensibilidad y su selectividad. La práctica de la "Recapitulación Vespertina" fomenta este tipo de reconocimientos y calibración del instrumento de observación. La conclusión de ciclos o proyectos de trabajo también nos brindan tal oportunidad.
Antes de lograr la calibración perfecta, la conciencia humana depende de concepciones probabílisticas para cuantificar el grado de certeza o duda respecto a inferencias basadas en observaciones imperfectas. A pesar de que las apuestas se han documentado históricamente desde la antiguedad, como en literatura Védica (El Lamento del Apostador, Rig-Veda), no fue hasta finales del siglo XVII y principios del XVIII que la teoría matemática de la probabilidad se desarrollo y se estableció en la conciencia humana. Aunque en la actualidad existe controversia sobre lo que es la naturaleza objetiva y subjetiva de la probabilidad, a los efectos de este ensayo se define la probabilidad en su dimensión subjetiva como el nivel de convencimiento ("belief") que tiene un Observador sobre la Verdad o Falsedad de una inferencia basada en una observación.
El exponente máximo de la teoría subjetiva de la probabilidad fue Thomas Bayes (1707-1761). El Cociente Discernidor (CD) antes aludido, esta matemáticamente relacionado con el convencimiento del Observador mediante una derivación del famoso Teorema de Bayes sobre probabilidad condicional.
(Convencimiento Previo) x (Cociente Discernidor) = Convencimiento Ulterior
El convencimiento o creencia del Observador es fundamentalmente una actitud subjetiva con respecto a un modelo teórico de la realidad. Nuestras creencias también influyen el proceso de observación mismo para establecer "hechos". Las creencias o convencimientos, en el sentido Bayesiano, son actitudes en una escala continua desde el cero (modelos teóricos imposibles) hasta el uno (certeza absoluta) que se pueden modificar de acuerdo con los hechos. Descartando las convicciones o prejuicios (1) que ninguna evidencia modifica, esto es, los extremos de esa escala del 0 al 1, la conciencia humana depende de la evidencia empírica, a comprobarse respecto de modelos teóricos de la realidad, para pasar juicio sobre hechos y circunstancias. Este es un fundamento epistemológico del método científico.
El método científico es inútil a menos que exista algún grado de incertidumbre. Si un grupo o persona está definitivamente convencido de la falsedad de algo (convencimiento previo = 0), es imposible que evidencia empírica alguna modifique esa actitud. Así se explica por qué las autoridades eclesiásticas rehusaban tan solo mirar a través del telescopio de Galileo en la Edad Media. La historia se ha encargado de comprobar el error de la Iglesia pero su acción fue consistente con el Teorema de Bayes (0xCD=0). De igual forma, existen hoy personas y grupos que niegan a priori que las curaciones alternativas, influencias astrológicas o percepciones extrasensoriales sean de alguna manera posibles. Pueden estar bien o mal, ya la historia dará su dictamen, pero ninguna evidencia empírica los puede convencer de lo contrario, porque en su creencia y convencimiento tal posibilidad no existe (convencimiento previo = 0).
La utilidad del Teorema de Bayes se puede ilustrar por el estudio de las actitudes extremas de credulidad y escepticismo bajo condiciones de incertidumbre. El crédulo indiscriminadamente acepta tanto lo cierto como lo falso. Paradójicamente, esa credulidad conlleva aumentar el Fe, de modo que su CD se empeora. Por lo tanto. una actitud indiscriminadamente crédula disminuye nuestro discernimiento.
Por otro lado, el escéptico rechaza indiscriminadamente lo cierto y lo falso. Paradójicamente, ese escepticismo conlleva aumentar la Ve, de modo que su CD también se empeora. Una actitud indiscriminadamente escéptica también disminuye nuestro discernimiento.
El Observador necesita calibrar constantemente su CD de acuerdo con las circunstancias, tales como experiencia previa y contexto en el presente. En algunas circunstancias, el Observador debe depender mas de su experiencia previa que de la evidencia empírica. Pero sabemos del peligro de tal postura, pues la diferencia entre un experto y un fanático es muy sencilla. Ambos tienen la misma actitud mental, pero uno está avalado por la Verdad y el otro no. Muchos han perdido su rumbo por su incapacidad de discernir esta sutil pero vital diferencia.
La mayor utilidad del enfoque Bayesiano del método científico está reservada para los Observadores agnósticos. Para un agnóstico, el convencimiento previo relativo a algún hecho es de 50:50, esto es, tanto puede ser cierto como falso. De acuerdo al Teorema de Bayes, si a tal agnóstico se le presenta evidencia que favorece una interpretación versus otra en una razón de 99:1 (CD=99), entonces el hasta entonces agnóstico, está justificado en adoptar la nueva creencia con un nivel de certidumbre de 99% ([1:1]x[99:1]=[99:1]). Evidencia ulterior puede ajustar siempre tal nivel de certidumbre.
A medida que vamos cobrando experiencia en la práctica de la Verdad, la Bondad y la Belleza, aprendemos a reconocer y discernir lo mejor de lo peor observando atentamente el devenir de la existencia. Crecemos en humildad cuando cada nuevo convencimiento sirve de apertura a insospechadas regiones de incertidumbre en nuestra conciencia. También aprendemos que nuestro mejor entendimiento de hoy puede no serlo mañana. Así crecemos en tolerancia y compasión hacia aquellos que sostienen hoy lo que creíamos ayer, así como crecemos al reconocer a aquellos que sostienen hoy lo que nosotros mismos creeremos mañana. Y así sucesivamente hasta que verdaderamente conozcamos.
"Ahora vemos por espejo, en obscuridad; mas entonces veremos cara a cara; ahora conozco en parte; mas entonces conoceré como soy conocido".
I Corintios 13:12
(1) Anexo:
Sobre Opiniones, Prejuicios y ConviccionesTodos tenemos derecho a una opinión. Pero para que sea relevante, esa opinión debe ser ilustrada e informada.
Nos informamos a través de los sentidos, los cinco sentidos físicos, la mente (el sexto sentido, el "sentido común") y la intuición (séptimo sentido, el "sentido infalible"). Mas allá de la intuición no existe información como la percibe la conciencia humana, sino solo esa identidad del ser que se denomina la seidad. Previo a ese estado de perfecta integración, toda información está sujeta a error.
El error no solo es inevitable en la experiencia humana sino que representa la forma de aprendizaje del reino humano. Aprendemos equivocándonos, dentro de ciertos márgenes de tolerancia.
Obtenemos información OBSERVANDO con todos los sentidos. Aprendemos RECONOCIENDO nuestros errores. Cuando eventualmente reducimos el error a un mínimo respecto de algún aspecto de la experiencia humana, llegamos a aproximarnos a la REVELACION de una verdad.
Existen dos tipos de error al observar: el error aleatorio (inexperiencia) y el sistemático (prejuicio o sesgo). Una experiencia vasta y profunda del quehacer humano nos libera del error de generalizar prematuramente a partir de una muestra de la realidad. Sin embargo, no necesitamos observar la totalidad de una realidad para lograr hacer inferencias correctas si la experiencia es representativa de esa realidad.
Existen ideas que preceden al proceso de observación en un momento dado de la historia de la conciencia humana. Son cúmulos resultantes de aprendizajes o errores previos. Ninguna evidencia puede cambiarlas. Así son las convicciones y los prejuicios. Solo la intuición puede discernir la diferencia entre una convicción y un prejuicio, pues ambas son impermeables a cualquier discurso intelectual. La convicción esta fundamentada en la verdad. El prejuicio está fundamentado en la falsedad. La percepción directa de esa polaridad, sin mediación de argumentos lógicos intelectuales, solo es posible por esa capacidad intuitiva que asociamos con el corazón, no el corazón del sentimiento; sino el corazón del discernimiento radical ("buddhi") que trasciende la mente humana. Cuando se tiene una opinión se mantiene la mente abierta a los hechos que la puedan modificar. Cuando se tiene un prejuicio se cierra la mente a cualquier evidencia.
La disipación de espejismos personales y grupales nos libera del error del prejuicio o sesgo. Sólo es posible erradicar esas distorsionadas estructuras de observación de la realidad cuando las RECONOCEMOS como opiniones sujetas a modificación según los hechos y no como convicciones. Ese RECONOCIMIENTO solo ocurre en el corazón. No existen argumentos lógicos ni evidencia posible que transforme un prejuicio en una opinión.
En resumen, todos tenemos derecho a una opinión. Pero para que sea relevante, esa opinión debe ser ilustrada e informada. Con suficiente experiencia y pureza de intención podemos adentrarnos en el mundo de las convicciones. Con inexperiencia y sesgos, nos cristalizamos en el mundo de los prejuicios. Y sólo el corazón, no el corazón del sentimiento; sino el corazón del discernimiento radical que trasciende la mente humana, puede discernir la diferencia.